La guerra de los discursos: no hay consenso posible en la cultura de la cancelación.
Porqué necesitamos diseñar un nuevo paradigma para promover los acuerdos colectivos.
El primer debate presidencial entre Joe Biden y Donald Trump fue un show político lamentable. Estuvo plagado de insultos e interrupciones: Trump interrumpió a Biden unas 145 veces, y Biden cortó a Trump unas 67 veces, según el reporte de Fox News. En su segundo enfrentamiento, los políticos se esforzaron por no interrumpirse mutuamente, para evitar el caos. Pero en esencia no hubo debate, fueron monólogos en paralelo. Soliloquios sobre una temática propuesta por el moderador que evitó el fuego cruzado entre los candidatos. Trump y Biden representan las malas formas discursivas de la época: simbolizan el debate político y el debate social. Es la guerra de los discursos: en la conversación social y colectiva, en internet, en las redes sociales, y especialmente en Twitter. No hay consenso posible en la cultura de la cancelación.
“Twitter es como la puerta de un baño público” .
La definición del periodista Jorge Lanata es muy acertada. En Twitter se libra una guerra cruel y despiadada, prueba irrefutable del bullying público y culto a la discrepancia. Como en un cuadrilátero de boxeo, con golpes bajos, se genera un ambiente crispado y agresivo. “Estas cancelado ó Juan Pérez, te bloquée”, leemos, a diario, en tweets de reconocidos usuarios políticos o profesionales. ¿No es un poco histriónico? Las discusiones se pierden en la crítica personal, en lugar de cuestionar la lógica del otro. En la guerra de los discursos la dialéctica no importa, lo que vale es la descalificación. Es una guerra extraña, donde todos perdemos. Porque la esencia de la dialéctica no es ganar sino llegar a un acuerdo. El debate se hace estéril porque no hay dialéctica posible en la cultura de la cancelación.
¿Qué es la dialéctica?
La dialéctica es, esencialmente, una técnica de conversación, un método antagónico de diálogo entre dos opuestos. La historia de la dialéctica data de la antigüedad, en tiempos de Heráclito (450 a.c.). En la época moderna, el proceso dialéctico fue explicado por el filósofo alemán Friedrich Hegel, representante del idealismo filosófico. Es la base lógica de la evolución de las ideas: un concepto se enfrenta a su opuesto, y como resultado de este conflicto, se alza un tercero: la síntesis:
La dialéctica es un método de pensamiento que usamos a diario. Explica nuestra tendencia a categorizar, a buscar arquetipos, y “a verlo todo blanco o negro”. Estamos acostumbrados a recibir la información “procesada” del exterior. Desde niños, nos simplifican la realidad para facilitar nuestra comprensión. Nos dibujan un mundo antagónico. Y absorbemos el conocimiento sin relativizar la información, perdiendo la perspectiva del observador. Tenemos una mirada pasiva y antagonista: oriente u occidente, bueno o malo, héroe o villano. Mientras que en la ciencia y la tecnología se han descubierto otras dimensiones, en las ideas, las personas seguimos usando una lógica binaria. El humano piensa y reflexiona igual que hace cientos de años.
Pero la dialéctica ya no se sostiene en la comunicación digital, se vuelve caótica. Hace pocos años, con la comunicación de masas, la información estaba en poder de una elite, y así se transmitía a la masa. Había cierto control sobre la información. Ahora esto es inviable. Quizá este caos informativo explique la dificultad para generar consensos, nuevas ideas, nuevas síntesis. Sin una organización en el discurso, no hay diálogo ni acuerdos posible. Y en esta dinámica del eterno enfrentamiento, una forma de dialéctica distorsionada, las posturas se radicalizan y se transforman en axiomas ideológicos. Es una dialéctica enferma que genera dogmas. No toleramos la opinión del otro. Porque no hay dialéctica posible en el nuevo diagrama actual de la comunicación:
En la guerra de los discursos, el conflicto se agrava cuando pasa a las organizaciones colectivas. Algunos temas de opinión pública provocan la aparición de los PRO y de los ANTI: no encontramos tregua, ni convivencia pacífica en la diversidad del pensamiento. Algunos movimientos de minorías o mayorías se hacen totalitarios: o estás a favor o estás en contra: la discusión sobre el aborto, la radicalización de los movimientos feministas, los pro cuarentena o anti-cuarentena, los pro vacuna o anti-vacuna. Las opiniones del centro son mediocres porque no se viralizan en el imaginario colectivo. No hay lugar para los tibios en internet. No prosperan los moderados en el debate político. No existe el “camino del medio” en la lógica dialéctica de la cultura de la cancelación.
La dialéctica es funcional al poder
Necesitamos un cambio de paradigma que reemplace a la dialéctica. Las diferentes dimensiones y perspectivas ya están al alcance individual de las personas. Ya no vivimos aislados en una aldea, conocemos las diferencias de criterio, de tiempo y espacio de otros pueblos. ¿Pero porque es tan difícil de considerar la circunstancia del otro? Desde mi perspectiva, la dialéctica distorsionada es funcional a los núcleos de poder. Porque la masa es manejable, mucho más que un grupo de individuos con voluntad y decisión propia. Así se decreta una ideología que dicta el comportamiento de sus miembros. Les exige lealtad y suspende sus facultades de pensamiento individual. Les impide cambiar de opinión, promueve la tradición ideológica y provoca el clientelismo. Por esto, la idealización se ha vuelto anacrónica porque ya no nos permite evolucionar.
“il n’y a que les imbéciles qui ne change pas d’avis”
Proverbio francés.
Pero pensar siempre “lo mismo” es peligroso. La misma idea repetida una y otra vez en tu cabeza te hace un surco en el cerebro. Justifica tu opinión adaptando cualquier información externa que confirme tus sólidos argumentos. Los convierte en axiomas y te adhiere al dogma.
El pasado 17 de octubre se celebró en Argentina el día de la lealtad peronista: “nacimos del amor a Perón y Evita” enfatizó el presidente Alberto Fernández, refiriéndose al nacimiento del movimiento, hace más de 70 años. Amor hacia un líder, lealtad hacia un partido, que además tiene el nombre de una persona. Los valores y creencias de las ideologías nacen a través de un liderazgo, en un tiempo y un espacio determinado. El líder convoca, convence y predica sus ideas, reconocidas por un colectivo mayoritario, en un tiempo y un espacio. Así se crea una ideología, funcional a un momento y una circunstancia especial. Pero cuando esta ideología es perpetuada en el tiempo, y se sostiene por un grupo de fans, entonces estamos frente a un dogma. El fan venera a su líder como a un dios; y es incapaz de analizar esas ideas como un simple observador, en su espacio y en su tiempo.
El adoctrinamiento llega incluso a niños en edad escolar:
Y así seremos libres: el diseño de un nuevo paradigma
En cambio, cuando la persona analiza las ideas desde su perspectiva y sin prejuicios, será inmune al adoctrinamiento. Tiene una forma de creer cambiante que responde, con libertad, a sus circunstancias personales y sociales. Considera la información en todas sus dimensiones, de tiempo y de espacio. Porque no existe solo un oriente o un occidente, hay también un norte y un sur, y una dimensión de tiempo que condiciona y determina todas las demás. Cuando alguien dice “yo soy socialista”, ¿de qué socialismo habla? Lo que quiero decir es que hay personas que se definen por ideas anacrónicas que ya no corresponden a su realidad. Estas personas pierden su perspectiva.
“La doctrina de la dialéctica es un saber puro y solidificado, incapaz de corregirse, por eso se ha transformado en dogma”.
Jerson Devitt, Crítica de la Razón Dialéctica - Jean-Paul Sartre.
En su existencialismo, Sartre criticó a Hegel y a Marx por su pensamiento sistémico, por no entender la existencia individual y no poder explicar muchos fenómenos. La subjetividad de las personas se debe enfrentar a situaciones objetivas -como pandemias, crisis económicas o crisis sociales- que deben influir en su razón y en su lógica, más allá de sus ideologías. Así serán libres.
“El espacio y el tiempo son objetivos y es ahí que el hombre se desenvuelve, se realiza y es libre. Estas situaciones objetivas tienen que ser afrontadas por el ser humano y es allí donde el hombre se hace hombre.”
Jerson Devitt, Crítica de la Razón Dialéctica - Jean-Paul Sartre.
Pero Sartre fue un adelantado para su época; no fue bien entendido por sus contemporáneos. En mi opinión, el existencialismo podría fundamentar la teoría del nuevo paradigma. Uno más acorde a esta época multidimensional y diversificada, con una perspectiva inter-impersonal que considere y respete la mirada del otro, de los grupos, y sepa crear acuerdos en ese contexto. Porque estamos programados para entender el pensamiento lógico dialéctico y la nueva realidad se escapa a esa lógica binaria. Así seremos libres de ideologías, así seremos capaces de generar consenso colectivo en esta nueva normalidad caótica y polarizada.
La creación del nuevo paradigma: el pensamiento multidimensional
Empecemos por abandonar la mirada antagónica en la construcción del relato social o geo-politico. Su “lente” no alcanza el panorama colectivo, no refleja la realidad. Mantengamos ideologías en un nivel inter-personal de relación, asumiendo su injerencia dogmática en la sociedad. Valoremos a las instituciones sociales o políticas por su orientación ideológica, pero cuestionemos su accionar con la observación de sus resultados en la experiencia, en lo personal y también en los colectivo.
En segundo lugar, hagamos un esfuerzo por eliminar los prejuicios y las bajas pasiones en los debates públicos. Debilitemos el relato del héroe villano, desde la infancia. Propongo valorar al individuo por sus cualidades personales y no por su condición de pertenencia a un grupo. Esto desacredita a los movimientos racistas o cualquier movimiento que considere a la persona por su condición de pertenencia, y no por su valor individual.
En tercer lugar, y ya pensando en el método, el diseño del nuevo paradigma esta directamente relacionado con el diseño como disciplina, y con sus métodos de investigación. Hablo de metodologías como Human-centred design o Design Thinking que podrían funcionar en la construcción del relato político y social. El HCD como marco que considera las perspectivas humanas a lo largo del proceso de diseño, ó design thinking como un proceso que empatiza, define, idea, hace prototipos y testea.
Estos métodos son la aplicación práctica del existencialismo de Sartre. Una mirada centrada en cada observador-investigador, que toma los hechos y las circunstancias en función de su perspectiva, tiempo y espacio. Que se centra en las personas, en cómo se sienten, en qué experimentan en un momento y lugar, sin importar su origen o grupo de pertenencia. Y Formulan una propuesta como una posible solución. Pero que nunca es una verdad absoluta. Puede que un diseñador prefiera un método o una herramienta específica, pero su único compromiso real es con el usuario.
El diseñador tendrá la función de organizar este caos en el relato, de enseñar el método de pensamiento para que pueda aplicarse en grupos multidisciplinarios de profesionales, algunos con tradición ideológica, menos permeables a los constantes cambios y testeos. La ideología será una opción interpersonal, Nada sería blanco o negro, mentira o verdad, y menos eterno o infinito. La tolerancia y la diversidad irían de la mano de resiliencia y el foco estaría en el problema, sin enamorarse de la solución.
Finalmente, un diagrama del nuevo paradigma ayudará a esta reflexión. Propongo un diagrama tridimensional, cercano a la visión del Design Thinking y a la visión semiótica presentada por Charles Sanders Peirce (La Teoría de los signos de Peirce: icono, objeto, símbolo). ¿Alguna otra sugerencia?